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sábado, 5 de diciembre de 2009

Alquiler

No preguntaba. No había nada que preguntar. Sabía que la vida para ella era una sucesión de repeticiones sin descanso y que en vez de preguntar boludeces tenía otras cosas que hacer.


Se levantó de la silla de un salto para atender el teléfono. En la mesa, los clasificados del sábado marcados en amarillo fluo. Equivocado. Dio otra mirada rápida a los avisos resaltados y terminó la taza de té.

Le gustaban las mañanas de los sábados. Decía que si se levantaba temprano podía aprovechar mejor el día.


Cada mudanza era igual, por eso se permitía vivir en ese estado de alerta, como en tránsito.

El itinerario de hoy incluía varios departamentos, pero los agrupó todos en la misma zona. Se había convertido en experta. Con cada puerta que se abría venía incluido un universo particular. Le gustaba ser un personaje diferente en cada departamento que visitaba. A veces era la estudiante que venía del interior, otras una profesional en busca de oficina. Cuando estaba de humor se animaba a personajes que requerían una elaboración mayor.

Una vez se convirtió en una divorciada embarazada cuyo marido había desaparecido con su mejor amiga y los ahorros que tenían juntos. Contó su historia entre lágrimas y la señora que le mostraba el depto se conmovió tanto que aceptó rebajar el precio y le dejó su teléfono por cualquier cosa.  Al menos no era el lugar que estaba buscando.

Otras veces medía a la persona que tenía en frente. Si eran hombres grandes no le divertían. Decía que todos los que trabajaban en inmobiliarias y tenían más de 50 años tenían la misma expresión, la misma cara o forma de hablar.

Tenía muy buena memoria visual y un buen sentido del espacio. Con solo mirar un poco podía calcular la disposición de los muebles que mejor aprovecharía el lugar.

Recordaba cada detalle fácilmente. Colores de azulejos de baños y cocinas. Luces y sombras. La cantidad de tonalidades de blanco que podían tener las paredes. Imaginaba a los que habían vivido ahí antes y se sentía invasora. Imaginaba cómo podría hacer de esa su casa y le daba pena. No podía ser que un solo departamento durante su existencia pudiera ser “la casa” de tanta gente antes y de la que vendría después de ella. Cuando venía ese pensamiento intentaba alejarlo con otros. Era otra pregunta que no hacía. Otra sucesión de repeticiones.

Buscó un cuaderno en el cajón y copió las direcciones y teléfonos de los avisos. Los enumeró según la distancia y cerró el cuaderno.


Salió con el cuaderno en la cartera. Cuando cerraba la puerta con llave se acordó de una frase… “there’s no place like home”, la había escuchado en alguna película.

5 comentarios:

girlontape dijo...

inventar personajes para cada casa: qué intrigante, me encantó el relato

Anónimo dijo...

Me gusto mucho como quedo terminado..como cambia de verlo en borrador a verlo en la pantalla

mercedesnoel dijo...

Excelente relato .... te felicito

hb dijo...

Reflexionando sobre el tema elaboré una hipótesis que dice algo así como "hay un lugar para cada momento de la vida". En mi vida, por ejemplo, aplica claramente.
La fecha de vencimiento es una de las cosas que más me molestan últimamente...

En fin...

Alguien también cantó "no hay nada mejor que casa"

mL dijo...

Muchas gracias a todos por los comentarios! Coincido con que hay un lugar para cada momento.

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