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lunes, 3 de agosto de 2009

Del amor por los libros

Hacía tiempo que venía observando su biblioteca. A veces de lejos, por una cuestión estética o de orden y otras veces hacía un examen de cerca, más en profundidad.
Había algo que no estaba bien.

Le molestaba ese lugar vacío que se había ubicado entre la modesta colección de libros de y sobre Alejandra Pizarnik. Cada vez se hacía más presente la falta de Uno, el difícil de la colección, como la figurita inconseguible que siempre faltaba para completar el álbum.

Comenzó a dedicar tiempo a la búsqueda de los Diarios y a resentirse un poco por haber pasado de largo al ver el libro en una vidriera de Callao una tarde de hace mucho tiempo.

Nada. A pesar de las horas que (cada vez más) le robaba al trabajo y de la recolección de datos sobre todas las librerías de Buenos Aires, seguía sin aparecer.

En un momento se dio la posibilidad de que un amigo lo trajera de su viaje a España, pero el viaje se volvió estadía y el plan fracasó.

También pensó en comprarlo por internet, como había hecho con otros libros, pero lo quería ya. Sin esperas ni demoras. El lugar vacío se hacía cada vez más amenazante.
Por eso, antes de decidirse por esta posibilidad, decidió intentar nuevamente en esa librería de Callao. Si alguna vez lo habían tenido tal vez quedaría alguno escondido o sabrían por donde rastrearlo. Tampoco.

Resurgió la decepción al saber que no lo tenían, que sí, era difícil de conseguir, pero que en una de esas podrían encargarlo. En unos días le avisarían si era posible.

Después de una eternidad de tres semanas le hacían saber que en julio estaría disponible.

Perfecto! De abril a julio sólo faltaban tres meses. No todo podía ser tan bueno.

Llegó julio... y nada. Empezó a pensar que seguramente su pedido había caído en el olvido librero y que ahora que habían pasado los meses, en caso de querer buscarlo por otro lado, la espera sería aún más eterna y desalentadora.

Estaba derrotada.

De repente, sí, así de la nada, (como pasan las mejores cosas) el 31 de julio un mensaje le decía que su libro ya estaba esperándola, que podía pasar a buscarlo.

Se llenó de una alegría de viernes con libro nuevo y en el frío de la tarde salió a su encuentro.
Caminó hasta Callao y Marcelo T., aumentaba la emoción.
Se paró ante la vidriera de la librería Guadalquivir. La misma que tantas otras veces la había hecho suspirar como sólo antes lo había hecho la vidriera de El mundo del juguete de Pueyrredón y Las Heras cuando era chiquita.

Disimuló la emoción y tocó el timbre. Le abrió la puerta un cliente que salía.
Saludó a los libreros y les dijo lo que venía a buscar. El que estaba detrás del mostrador le dijo que lo habían vendido.

-Los mato! -dijo, sin disimular la cara de odio.

-No, no, acá está! - entre risas.

Menos mal.

Aprovechó la amabilidad de los libreros para preguntar por la nueva edición de La Condesa Sangrienta con ilustraciones de Santiago Caruso. No la conocían, pero agradecieron el dato. A cambio del libro que ella les hacía descubrir, uno de ellos le recomendó Muerte en Persia de Annemarie Schwarzenbach.

No pudo resistir la tentación y quiso verlo. Una edición increíble, impecable y diminuta que se moría por ser leída. Un libro con un cartelito que decía "Llevame, leeme" y como Alicia en el país de las maravillas se sintió tentada en el mundo de los libros.

Una pena que fuera tan caro. Esta vez tuvo que dejarlo pasar.

Saludó, agradeció y salió contenta con su libro que tanto había esperado.

En el trayecto a casa, apenas encontró un asiento libre, se sumergió en el papel.



Dedicado a todos los que tienen alma de coleccionistas y buscadores de tesoros, y a todos los libreros recomendadores.

3 comentarios:

mercedesnoel dijo...

que lindas palabras Mili , me conmoviste ...

Anónimo dijo...

Me siento identificado con tu relato.. mas alla del objeto en si (en tu caso el libro)esa sensacion de conseguir algo que anhelaste tanto tiempo es indescriptible (aunque vos la describiste muy bien)

Anónimo dijo...

Que buen texto!

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